miércoles, 27 de abril de 2011

SEMANA DE PASION,DECEPCION .... Y MUCHA AGUA

Martes Santo: Cuando las puertas de la parroquia de San Lorenzose abrieron a las 20:50 la plaza del mismo nombre estaba plena a rebosar. Se había tomado la decisión, por parte de la Hermandad del Dulce Nombre, de realizar la estación de penitencia.Un desafío tremendo el que echaba el comisionado presidido por Manuel Toledo Zamorano. Manejaba datos que podían permitirles la salida. Al menos eso pensaban. Arriesgó la hermandad como nunca.Todo hace indicar que se repetiria aquella hazañade 20003, con la salvedad de que en aquella Semana Santa fue la primera en hacer estación de penitencia ya que no había habido cofradías en la calle ni el Domingo de Ramos ni el Lunes Santo. Pero esta vez fue diferente.El pulso que se echo a la lluvia esta vez se perdio. Porque cuando el paso de misterio de Jesús antes Anás había abandonado la plaza de San Lorenzo, comenzó a llover. Como había pasado durante toda la jornada. Y el agua se cebó con el cortejo. La lluvia cada vez más intensa, que hizo que el cortejo se partiese en dos y se ordenase la vuelta a la parroquia. En cambio, el misterio seguía andando hacia adelante. Y mojándose. Y vaya si se mojó el Señor. No hubo más remedio que dar la vuelta pero ya era tarde. Una temeridad la vivida ayer por esta hermandad y por sus dirigentes. Porque le cayó al paso una manta de agua. Literalmente. El diluvio universal. En diez minutos se rompió todo y, lo peor, el paso y las imágenes quedaron empapadas por completo. Lo escrito, una temeridad la decisión tomada, sobre todo cuando las predicciones eran de agua. Ahora habrá que saber cuáles fueron los datos que manejó Toledo Zamorano para errar de esta manera. Y hay que esperar que la imagen de Castillo Lastrucci no haya sufrido desperfectos, porque la que le cayó (igual que al cuerpo de nazarenos).Un intento fallido que le ha podido costar caro a esta Hermandad y que no se produjo en el resto de las del Martes Santo, que decidieron, habidas cuenta de las condiciones meteorológicas, no hacer estación de penitencia. Fue una lucha constante desde primeras de la mañana que empezó en el Cerro del Águila y se fue extendiendo hasta avanzada la tarde. Y una tras una, las corporaciones del Martes Santo fueron rindiéndose a la evidencia meteorológica.
Cerro del Aguila
 A las doce menos diez estaba prevista la salida de la Hermandad de los Dolores del Cerro. Pero ya las previsiones no eran buenas. Se estrenaba como hermano mayor José Anca y junto a su junta de gobierno decidió esperar media hora. No llovía en aquellos momentos pero el viento ya anunciaba agua. Todo el barrio a las puertas de la parroquia. Tras la media hora anunciada, la decisión más dolorosa, no salir. Ni pudo terminar sus palabras el hermano mayor, ahogado en una gran ovación. «Entended que me hubiese gustado decir otra cosa. Pero no ha podido ser. Ahora, que estoy muy orgulloso de esta hermandad, de sus hermanos y de sus titulares».
Quedaba entonces tiempo hasta que pusiese su cruz de guía en la calle la segunda de las cofradías, San Esteban. Pero a medida que pasaban las horas el tiempo no sólo no mejoraba sino que la lluvia parecía no querer irse de la ciudad. Al parecer, la borrasca prevista se había retrasado pero a la par sufría una retroalimentación, con lo que la lluvia tardaría más en irse. Así las cosas, San Esteban, a las tres de la tarde, decide esperar media hora. Pasados esos treinta minutos, Jesús Creagh, comisionado, era claro al dirigirse a sus hermanos: «Por respeto a las imágenes y a todos los hermanos, no debemos hacer estación de penitencia». Y recuerdo muy emotivo, ya dentro del templo moviendo los pasos, para Rafael Ariza. «Me gustaría —dijo Creagh— que no fuese ahora el capataz el que tocase el martillo, sino el hijo de Rafael Ariza». Más lágrimas todavía.
Los Estudiantes
En la Universidad tampoco había caras optimistas entre los numerosos hermanos que cada año acompañan a sus titulares en la estación de penitencia. Los pronósticos que se manejaban no eran los mejores y, sobre todo, la lluvia seguía haciendo acto de presencia. La junta de gobierno esperaba que cambiase todo, pero el tiempo no mejoraba. Y Los Estudiantes hubo de rendirse a la evidencia también. Impresionante la imagen de los chiquillos monaguillos esperando a que se saliese. Pero, desgraciadamente, tampoco pudo ser. Y eso que a las puertas de la Universidad, como en los templos de los que salían las cofradías ayer, se agolpaba muchísima gente.
Los Javieres
Lo que se vivió ayer en Omnium Sanctorum fue de la alegría más desbordada a la pena más absoluta. Primero, tras la espera, Maruja Vilches, hermana mayor en funciones, anunció que se iba a esperar un tiempo prudencial para ver si mejoraba el tiempo. Luego, tras esa espera, un cabildo de oficiales extraordinario en la que se dividieron las opiniones por igual: la mitad de la junta de gobierno no quería salir y la otra mitad sí. Decisión difícil la que tenía que tomar Maruja Vilches, la primera mujer con la vara dorada. Su voto de calidad decidió: se salía. La algarabía se instaló en los hermanos. Se formó la cofradía rápidamente y a las cinco de la tarde se abrieron las puertas. Pero en ese momento cayó una manta de agua y hubo que claudicar. Marcha atrás y de nuevo las puertas cerradas. La decepción más absoluta. Daba congoja escuchar las palabras de Maruja Vilches explicando a los hermanos la nueva decisión tomada.
San Benito
El efecto dominó seguía produciéndose. A la hora que Los Javieres se reunía, también lo hacía la junta de gobierno de San Benito. Otra de las cofradías con una larga nómina de nazarenos, muchos de ellos niños. Y decisión complicada poner tres pasos en la calle. Manuel Bermudo Parra, hermano mayor con experiencia, pidió calma a los suyos. No podía haber precipitaciones. Además, contaba con tiempo suficiente para llegar a la Carrera Oficial. El caso es que el agua seguía cayendo. Se hablaba de posible mejoría conforme pasaran las horas y la ilusión comenzaba a instalarse entre todos los hermanos. Contaban de plazo hasta las seis de la tarde.
Empero, todo acabó cuando, tras el tiempo de espera acordado por la junta de gobierno, Manuel Bermudo anunciaba que tampoco se iba a arriesgar la corporación. No se salía. «No puedo poner en peligro el patrimonio de la hermandad, a sus imágenes titulares. Y hay que tener en cuenta —se le quebraba la voz— que tenemos muchos niños».
La Calzada era puro llanto en esos momentos. Poco a poco el Martes Santo se iba quedando huérfano de cofradías en la calle.
La Candelaria
Tras San Benito se abría un tiempo de espera grande. La próxima en salir, a las 18.15 horas, era la Hermandad de La Candelaria. En esos momentos se anunciaba un nuevo parte meteorológico en el que se decía que la lluvia que en aquellos momentos caía duraría unos veinte minutos y que luego la tarde mejoraría. Datos que manejaba la junta de gobierno que preside José María Cuadro. Pero seguía lloviendo. A veces con más intensidad y otras en forma de «chirimiri».
Se habían dado un tiempo de espera de cuarenta y cinco minutos, esto es, hasta las siete de la tarde. Sin embargo, a las siete menos diez el hermano mayor se dirigió a todos los hermanos. «Después de muchas vueltas, se ha decidido no salir, porque sigue lloviendo y los pronósticos no son buenos. Puede llover y son muchos los niños que llevamos. Ahí no podemos arriesgarnos». Otro sueño roto.
Santa Cruz
Parecía que la meteorología iba a mejor en todo caso. Tan pronto como se abrían claros llegaba otra masa de nubes que descargaba. Tregua por un lado y agua por otro cuando menos se esperaba. Quedaban tan sólo dos cofradías por tomar la decisión más difícil en esos momentos: Santa Cruz y Dulce Nombre. La primera de ellas, la de la calle Mateos Gago, no tomó ni siquiera la decisión de esperar. Tenían margen suficiente al no salir Los Estudiantes pero la junta de gobierno que preside Miguel Genevet decidió no hacer estación de penitencia. Y luego llegó lo acontecido en San Lorenzo con el Dulce Nombre...


 

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